martes, 15 de septiembre de 2009

Galicia es la comunidad con mayor tasa de suicidios de España

Fuente: www.laopinioncoruna.es

El índice de personas que intentan acabar con su vida en la comunidad autónoma dobla la media de España. Después de Galicia, se sitúan La Rioja y Extremadura.

Galicia es la comunidad autónoma española en la que más personas se suicidan, según los últimos datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE). El índice de personas que decidieron acabar con su vida en la comunidad autónoma dobló, en el año 2005, la media de España.

El informe del INE desvela que, tanto en España como en Galicia, se suicidan mayoritariamente hombres, mayores de 50 años y residentes en grandes núcleos de población. Se producen más suicidios entre personas con hijos que sin descendencia, y los españoles son inmensa mayoría frente a los extranjeros.

248 personas intentaron suicidarse en Galicia en el año 2005. La mayoría, 234, lo consiguieron, mientras que 9 personas no pasaron de la tentativa y de 5 no consta el resultado de su actuación. Los hombres eran mayoría entre los fallecidos, 166 frente a 68 mujeres, mientras que la franja de edad más proclive al suicidio es, según los datos del INE, la de 50 años en adelante. 23 gallegos menores de 30 intentaron acabar con su vida, 58 tenían entre 30 y 49 años,139 superaban la cincuentena, y de 14 no consta su edad.

Los suicidios se producen con más frecuencia en municipios con más de 10.000 habitantes. 141 intentaron acabar con su vida en este tipo de localidades mientras que 93 tomaron la decisión en pueblos y aldeas. Además, la mayoría de las personas que se intentaron suicidar tenían hijos -99 frente a 53- y eran de nacionalidad española: 227 frente a 5 extranjeros y 2 cuyo origen no consta. Además, 8 de las 9 personas que intentaron suicidarse en Galicia pero no lo consiguieron eran mujeres.

El perfil medio de la persona que intentó acabar con su vida en Galicia se repite si se habla de los datos globales de España. En todo el Estado, en el año 2005, se produjeron 1.909 suicidios consumados a los que hay que sumar 251 tentativas y 67 actuaciones de las que el informe del INE no incluye el final. Los hombres también fueron mayoría, y esta vez absoluta, ya que frente a los 1.419 varones que intentaron acabar con su vida en España se autolesionaron sólo 490 mujeres. Casi la mitad de los fallecidos tenía más de 50 años y había más españoles que extranjeros y, más con hijos que sin hijos, entre las personas que pusieron fin a su vida. De los que lo intentaron y no lo consiguieron, 251 en total, las mujeres fueron mayoría, aunque por poco.

La comparación de los datos de suicidios con los de población arroja una media de suicidios en España del 0,00496%. La tasa de Galicia es, además de la más alta, prácticamente el doble que el promedio español: del 0,00896%. Después de Galicia, las comunidades autónomas con más suicidios resultaron ser La Rioja, Extremadura, Castilla y León y Castilla La Mancha, mientras que las autonomías en las que, durante el año 2005, menos suicidios se registraron fueron Madrid, Canarias, Ceuta y Melilla, Cantabria y Aragón.

En cuanto a los datos globales -sin comparar el número de suicidios con la población- las comunidades con las cifras más altas fueron Cataluña (con 431) y Andalucía (con 402). La cifra más baja resultó ser la de Madrid.

Sarkozy interviene ante la ola de suicidios que sufre France Télécom

En el último año y medio, 23 empleados de la compañía se han quitado la vida

Fuente: www.elpais.es

El miércoles pasado, en Troyes, en medio de una reunión, un operario de 49 años de France Télécom, tras enterarse de que, fulminantemente, iba a cambiar de puesto de trabajo, sacó un cuchillo y se rajó el vientre al grito de "¡Ya estoy harto de gilipolleces!". No murió. El viernes, en París, tras escuchar que, de buenas a primeras, iba a cambiar de jefe de equipo y de cometido, una empleada de la misma empresa se lanzó desde un cuarto piso y se estampó contra la acera. Sus compañeros contemplaron estupefactos durante varios minutos, mientras llegaba la ambulancia, la agonía de su colega en la calle, que murió horas después en el hospital. Ayer, otra empleada del departamento de atención al cliente, y que se enteró de que iba a ser trasladada, se intentó suicidar a base de barbitúricos.

Las condiciones de trabajo son estresantes, según los sindicatos
En el último año y medio, 23 trabajadores de France Télécom se han suicidado. La media supera cinco veces la tasa de suicidios de la población, según cálculos de Libération. En ese número no se cuentan las intentonas fracasadas. Los sindicatos denuncian desde hace meses los estresantes métodos de trabajo y de organización, los constantes cambios de ubicación, de tarea y de residencia de los trabajadores y la presión directa (a base de constantes correos electrónicos) para estimular la prejubilación.

La alarma social se ha disparado. Psicoanalistas especializados en enfermedades laborales predicen nuevos suicidios. El Gobierno de Nicolas Sarkozy ha tomado cartas en el asunto. La ministra de Economía, Christine Lagarde, ha forzado a la empresa, privatizada en 1997 pero que mantiene un 26% de capital público, a que celebre un Consejo de Administración dedicado al asunto. El ministro de Trabajo, Xavier Darcos, se reunirá hoy con el presidente de la compañía, Didier Lombard, para arbitrar medidas encaminadas a rebajar la marea de suicidios.

Pero los trabajadores no se fían: "A nosotros nos afectan más las reuniones con los jefes de personal que las que pueda tener el ministro", explicaba ayer en la televisión un operario que lleva más de 26 años en la empresa, compañero de la que saltó desde el cuarto piso el viernes. "Jamás he visto mi puesto de trabajo tan degradado", añadió.

Las razones del estrés son evidentes, a juzgar por los sindicatos: "De un día al otro, se les anuncia a los trabajadores que deben mudarse a un puesto que está a 50 o 100 kilómetros del anterior", explicaba ayer en Libération Pierre Morville, delegado sindical de CGC-Unsa.

Otro programa interno de la empresa citado por este periódico -denominado, en inglés, Time to move (tiempo de moverse)- obliga a determinados cargos medios a cambiar de puesto cada tres años. "Está inspirado en el ejército, para evitar que los jefes se encariñen con sus empleados y se opongan a las reducciones de personal o a los cambios de ubicación".

El director de recursos humanos de la empresa, Olivier Barberot, aseguró hace unos días que, con todo, el número de suicidios no se ha incrementado este año con respecto a los anteriores. Pero matizó: "De cualquier manera, estas cifras muestran una indiscutible ansiedad".

La semana pasada, los trabajadores se manifestaron en varias ciudades francesas para protestar por los métodos de la empresa, que cuenta con 100.000 empleados en Francia, de los cuales 65.000 son funcionarios. France Télécom, que ganó el año pasado 4.000 millones de euros, se encuentra desde hace años en una reestructuración permanente (desde 1996 cuenta con 70.000 trabajadores menos).

La empresa apela también a las historias personales, a los antecedentes psíquicos y a los dramas íntimos de cada trabajador suicidado. Pero, desde el jueves pasado suprimió, de forma temporal, los traslados fulminantes. También ha contratado a 100 directores de recursos humanos y varios médicos con la misión de vigilar a los empleados más frágiles.

Los sindicatos replican que las historias personales no sirven para explicar la ola de suicidios y recuerdan que de los 23 casos contabilizados, nueve están estrechamente relacionados con el trabajo. "Esta es una empresa que sólo piensa en ganar dinero. Los empleados estaban acostumbrados a trabajar de otra manera", explicaba François Chéreque, del sindicato CFDT. Hay casos claros: en agosto, un trabajador se mató dejando una carta: "Me suicido por mi trabajo: ésa es la única razón".

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Curar por la senda del Valium

Los investigadores buscan medicamentos que modulen la acción de sustancias naturales

Fuente: www.elpais.es

Los biólogos moleculares saben que lo que hace funcionar a las células, y por ende, al organismo, son, sobre todo, las enzimas, y los receptores de diversas moléculas en la superficie celular. Las enzimas aceleran las reacciones bioquímicas y hacen posible el metabolismo y el uso de la energía de los alimentos. Los receptores son moléculas que reaccionan ante una señal química exterior a la célula y ponen en marcha mecanismos conducentes, en general, al funcionamiento de genes determinados que afectan al funcionamiento celular. Curiosamente, la práctica totalidad de los receptores son también enzimas o actúan poniendo en funcionamiento un enzima.

Los fármacos que son imitación de una estructura química suelen causar efectos secundarios indeseables

Como es sabido, existen dos posibilidades para el desarreglo celular: que algo no funcione, o funcione menos de lo normal, o que funcione demasiado y sin control. Cuando una enzima o un receptor funcionan menos de lo normal es difícil conseguir que funcionen mejor actuando farmacológicamente sobre ellos. Sin embargo, es mucho más fácil conseguir mediante fármacos que lo que funciona en exceso deje de hacerlo. De esta manera se consigue inhibir algunos procesos que pueden ser dañinos de quedar incontrolados, como, y sólo es un ejemplo, la inflamación. Muchos fármacos antiinflamatorios bloquean algunos de los receptores que participan en el proceso inflamatorio. Este bloqueo consigue que la inflamación se reduzca, lo que protege nuestros tejidos de los efectos nocivos de un proceso inflamatorio demasiado intenso.

Por imitación

Así pues, la mayoría de los fármacos existentes hoy actúan inhibiendo un enzima o un receptor y la manera en que lo consiguen es imitando la estructura química de las moléculas que los ponen en marcha. Con una estructura química similar, los fármacos pueden unirse precisamente en el sitio del enzima o del receptor que interacciona con la molécula natural que los hace funcionar. Al enlazarse al mismo lugar al que lo hace la molécula natural, el fármaco impide la unión de ésta y el enzima o el receptor no pueden ejercer su función.

Para encontrar nuevas moléculas con actividad farmacológica, las compañías farmacéuticas y los laboratorios de investigación se han dedicado a la búsqueda de moléculas que pudieran unirse al sitio funcional de las enzimas o receptores identificados como dianas terapéuticas. Por ejemplo, la familia de las estatinas, fármacos que reducen el nivel de colesterol en sangre, está constituida por moléculas que se unen al sitio activo de la principal enzima reguladora de la síntesis del colesterol, lo que causa una disminución de su producción.

Pero uno de los problemas con los fármacos inhibidores por imitación de una estructura química dada es que, debido a que en la mayoría de los casos existen otros enzimas o receptores similares a los que se desea inhibir, actúan también sobre éstos, lo que causa efectos secundarios indeseables. Es decir, su estructura química no es lo suficientemente específica de una diana terapéutica determinada. Por otra parte, en algunos casos sería deseable no inhibir, sino activar la actividad de una determinada enzima o receptor, y este tipo de fármacos carecen de esta capacidad.

Para otros sitios

Afortunadamente, rara vez los científicos se duermen en los laureles, e incluso a veces se les aparece la virgen de la ciencia que les ilumina nuevos caminos. Así sucedió con el diazepam, también conocido como Valium, un fármaco que posee propiedades ansiolíticas y sedantes, además de actuar como un relajante muscular. Cuando este fármaco se descubrió, en 1963, se desconocía su mecanismo de acción. Hubo que esperar a estudios efectuados en los años 80 para que se demostrara que el Valium se unía al receptor de un neurotransmisor, llamado ácido gamma-amino butírico (GABA). Cuando el GABA interacciona con su receptor, produce una inhibición de la actividad neuronal, por eso nos relaja.

Curiosamente, se comprobó que el Valium no se fijaba al sitio funcional del receptor donde el GABA se unía, imitando la acción de éste, sino que se enlazaba en otro sitio del mismo. Más interesante aún fue comprobar que esta unión no inhibía, sino que aumentaba la activación del receptor cuando el GABA estaba presente, pero no tenía efecto en ausencia de esta sustancia natural.

Y esto es lo que idealmente un buen fármaco debería hacer: no siempre sustituir o impedir, sino modular la acción de las sustancias naturales de nuestro organismo. En este sentido, el Valium, por casualidad, es un ejemplo de una nueva clase de fármacos que poseen esta propiedad, llamados fármacos alostéricos -del griego allos (otro) y stereos (sitio)-. Estos fármacos se fijan a sitios de enzimas o receptores diferentes a los que se unen las sustancias naturales que los activan, modulando su acción. Además, pueden ser por ello mucho más específicos de un tipo de receptor o enzima dado, lo que reduce la probabilidad de efectos secundarios.

La industria farmacéutica se encuentra investigando activamente para identificar nuevos fármacos alostéricos. En los últimos años se han puesto en el mercado al menos dos nuevos fármacos de este tipo; otros más se encuentran ya en la fase de ensayos clínicos. Es de esperar que pronto podamos todos beneficiarnos de ellos, si nos fuese necesario.

Jorge Laborda es Catedrático de Bioquímica y Biología Molecular en la Universidad de Castilla-La Mancha

martes, 8 de septiembre de 2009

La crisis de los 40 ya no es crisis, es oportunidad

La mediana edad se vive a veces como un trauma, pero empieza a ser la ocasión de reinventarse - Una generación bien preparada se muestra más dispuesta a reorientar su carrera en la madurez

Fuente: www.elpais.es

Él, de 42 años, un día se levanta y después de ducharse se queda delante del espejo un poco más de lo habitual. Justo el tiempo para decidir: "Dieta férrea, dos horas de gimnasio todos los días y cuatro sesiones de rayos UVA por semana". Al cabo de tres meses llega el momento del primer balance: "He perdido 18 kilos y ahora parezco enfermo, con muchos músculos, la cara negra y el cuerpo blanco, que, dicho sea de paso, son dos colores que casan", cuenta sin renunciar al sentido del humor.

FRASES:

La mujer entra en crisis más tarde y busca la plenitud personal y laboral

"El criterio de que nunca es tarde es bueno", subraya un terapeuta

"Hay que pararse y reflexionar. Y no todos lo hacen", dice un psicólogo

Algunas personas se ponen objetivos; otras van a por sus deseos

Hay hombres dados a convertir un pequeño bache en un problema grave

Muchas personas cambian de rumbo por angustia, pero siguen creciendo

Existen estudios que dicen que esta crisis sólo ocurre en Occidente

La felicidad se da al inicio y al final de la vida, en medio está la zozobra


Ella tiene 41 años, está casada y acaba de tener su segundo hijo. Tras la baja por maternidad, vuelve a su trabajo de administrativa en una multinacional, pero no está contenta. Lo que antes le parecía estimulante ahora es motivo de aburrimiento. Comienzan a aflorar las frustraciones y también ella decide: "Tengo que dar un giro a mi vida". En este caso el cambio no tiene nada que ver con el aspecto físico, sino con la inquietud que, gracias a una situación económica acomodada, le permite pedir una excedencia, volver a estudiar y cursar un máster y Administración de Empresas.

Ambas historias, bastante frecuentes, aunque con diferentes matices, según psicólogos y especialistas, muestran dos facetas de una misma etapa vital, la llegada de los 40. Algunos la definen como crisis, otros sencillamente hablan de cambios en las perspectivas de futuro. En cualquier caso, puede convertirse en una frontera importante y determinar los años venideros.

Porque cruzando esa frontera se suelen tomar algunas decisiones capitales en relación con la vida personal, familiar o profesional. A veces se considera esa etapa incluso como una última oportunidad y se actúa de forma consecuente. Muchos especialistas, de todas formas, la señalan como periodo crucial y coinciden en que mujeres y hombres lo suelen vivir de forma distinta.

Tanto en los casos de quienes deciden replantear sus vidas como en los que actúan de manera compulsiva y aparentemente irracional para intentar hacer frente a la edad, los expertos con formación médica hablan de la importancia de la relación entre edad cronológica y biológica, es decir, la que se corresponde con el estado funcional de los órganos en una determinada edad.

El doctor Fernando Bandrés, experto en Biomedicina y profesor de la Universidad Complutense de Madrid, sostiene que el problema es que ambas edades estén desfasadas y matiza que, desde un punto de vista fisiológico, tomar los 40 años como referencia se ha quedado anticuado. "Era más bien un concepto de los sesenta", explica. "Pero ahora, con el cambio de esperanza lazado por encima de los 45". Superada esa edad, por ejemplo, se pueden registrar trastornos del metabolismo o del sueño y un aumento del cansancio que desmiente algunas convicciones: "Creía que era inmortal, pero no es cierto". Entonces afloran también la hipertensión o la diabetes, lo que da pie a toda una etapa de chequeos y nuevos cuidados, como, por ejemplo, prestar especial atención a lo que se come o al ejercicio físico.

Ese aspecto de carácter más biológico puede influir en una dimensión más bien psicológica, ya que precisamente pasados los 40 se empieza también a mirar hacia atrás, a hacer los primeros balances pero también a replantearse las prioridades para el futuro. "La gente no acude al psicólogo por lo que llamamos la crisis de los 40, sinoamos la crisis de los 40, sino por el malestar cotidiano que se puede manifestar de diferentes maneras", explica Pedro Rodríguez, psicólogo clínico y terapeuta de familia. "Por ejemplo, ahora estamos acabando las vacaciones y habrá gente que diga que eso constituye un problema, aunque en realidad sólo se trate de una circunstancia", aclara. "Esta etapa puede ser un momento adecuado para reflexionar y tomar decisiones importantes. Lo que conviene hacer es pararse, reflexionar, analizar la situación y actuar". Y aquí, sin embargo, pueden empezar los verdaderos problemas. "Lo que pasa es que mientras en muchos casos se toman decisiones acertadas, también hay personas que en esa etapa toman resoluciones sin pensar en las consecuencias, con lo cual a menudo se convierten en complicaciones", afirma.

En cualquier caso, según coinciden varios especialistas, ante la crisis, se manifieste a los 40 o a los 50, solemos asistir a los típicos planteamientos de las fechas y etapas más señaladas. Algo parecido ocurre, en menor medida, con la vuelta al cole. "Hay personas que se ponen objetivos y hay gente que se da cuenta de que quiere hacer cosas o cumplir deseos que no cumplió en el pasado", prosigue Rodríguez, quien además recomienda: "El criterio de nunca es tarde es bueno". En su opinión, un excelente ejemplo es el de las carreras. "Con 40 o con 50 se puede volver a los pupitres, aunque hay que tener en cuenta la realidad, porque a esa edad solemos estar atrapados en nuestra vida profesional y no siempre resulta fácil desconectar de ella".

En este sentido, se registran algunas diferencias de género. Y es que mientras muchos hombres tienen la sensación de estar acabados, de que se les está escapando la vida de las manos, para las mujeres (que por otro lado empiezan a acusar la llamada crisis más tarde, en torno a los 50) las inquietudes y las preocupaciones reales suelen ser otras, y se corresponden más a la búsqueda de la plenitud personal, familiar, sexual o profesional.

En cualquier caso, en opinión de María Jesús Álava, psicóloga y autora de Amar sin sufrir, "la mujer de 40 suele ser una persona segura, más que un hombre de la misma edad". "Ellos han alcanzado sus principales metas a nivel profesional, la relación con su pareja se ha hecho más monótona, tienen mayor poder adquisitivo. Sin embargo, les falta algo fundamental, sentirse más jóvenes". "Se trata de una época en la que muchos matrimonios se van a pique", recuerda. Generalmente, de todas formas, los hombres que buscan una solución iniciando una relación con una pareja mucho más joven se suelen arrepentir al cabo de un tiempo, sostiene. Mientras tanto, las exigencias, los deseos de las mujeres se realizan por derroteros diversos.

Estamos hablando de una generación que, en España, acudió por primera vez masivamente a la Universidad, que empezó a trabajar a principios de los noventa, mientras en Barcelona se estaban preparando los Juegos Olímpicos de 1992, una generación más preparada que las anteriores y acostumbrada al concepto de formación permanente. Es el caso de las alumnas del curso de posgrado en Liderazgo Femenino, organizado por la Escuela Superior de Comercio Internacional (ESCI) de Barcelona y la Universidad Pompeu Fabra. La mayoría tiene alrededor de 40 años. Sin embargo, a la directora del curso, Carme García Ribas, no le gusta la palabra crisis. "No hay una etapa concreta, esa circunstancia es constante. Vivir quiere decir estar permanentemente en crisis. Cada confrontación con el entorno lo es", opina antes de añadir que "confrontarse sin estar formados supone vivir en la marginación", aunque no sea estrictamente económica.

El concepto de formación es, a su parecer, fundamental para permanecer en el carro del progreso, y desempeña un papel clave en el liderazgo social. Y a este propósito, el concepto de liderazgo femenino se ha convertido en una cuestión de negocios. "Ahora existe demanda social de este tipo de liderazgo", comenta. "Las alumnas del posgrado tienen currículum y se han ido formando de forma constante en diversos ámbitos. Van siguiendo su trayectoria profesional que no se puede parar. Tener hijos es una excusa social, aunque tener siete no lo es, evidentemente", explica García, autora de El síndrome de Maripili: el miedo de las mujeres a no ser queridas. "Este curso trata precisamente de dar las herramientas para autorizarse a analizar y gestionar estratégicamente las propias aptitudes y actitudes en un proyecto personal y profesional. El efecto en muchos casos es tremendo, porque se cambia literalmente de vida".

Por ejemplo, la de Eva Hernández, 41 años y un hijo, responsable de Endesa Educa, división educativa de la compañía. "La experiencia te cambia las perspectivas, la manera de enfocar las cosas", asegura. Licenciada en Biología, trabajó una década como bióloga, realizó varios cursos y antes de cursar el posgrado ya tenía una formación muy por encima de la media, pero no buscaba un sueldo más alto sino un reconocimiento distinto en el lugar trabajo y ahora está muy satisfecha con su decisión. "Sencillamente, he cambiado de chip", resume.

Visto de otra manera, para ella y sus compañeras, esta etapa se ha convertido en una ocasión de crecimiento. Y es que también desde el mundo empresarial hay quien cree que los baches registrados durante esos años se pueden convertir en una singular oportunidad.

Esta es la especialidad de Manuel Pavón, socio de Garrigues y responsable del Departamento de consultoría de empresa familiar del despacho. Pavón pone un ejemplo concreto: "No sé qué me pasa, pero he perdido la ilusión y las ganas de trabajar. Es como si todo esto por lo que he estado luchando los últimos 15 años perdiera sentido. Me siento decepcionado. A pesar de todos mis esfuerzos, me parece que no llega nunca el momento en el que pueda demostrar ser un buen directivo".

Estamos hablando de un hombre de casi 40 años, hijo del responsable de una empresa familiar. Mientras tanto, el padre, de 67 años, no entiende este cambio de perspectivas del hijo. ¿Qué puede ocurrir? Pavón ha conocido casos de personas, sobre todo de hombres de entre 38 y 45 años, que corren el riesgo de convertir una pequeña crisis en un problema mayor. "Sus síntomas son la ansiedad, la insatisfacción o la búsqueda de emociones intensas, por ejemplo a través de un coche nuevo". En esos momentos somos, de alguna manera, una especie volcán que a su vez puede convertirse en energía positiva o explotar.

En opinión de Manuel Pavón, esas situaciones de conflicto en el seno de una familia o de un negocio familiar se pueden superar aceptando, en primer lugar, "que estamos en una situación de disconformidad". "Luego, avanzando por partes y teniendo un objetivo realista. El cambio que hemos vivido en la evolución progresiva del joystick al iPhone ha sido un beneficio para los usuarios". Y, a su juicio, podría ser un ejemplo muy concreto de cómo crisis puede significar también evolución.

Precisamente esta evolución estratégica en el ámbito profesional, la existencia de unas o varias pautas en la resolución de los conflictos generados por la crisis y la aparente futilidad de algunos síntomas puede llevar a pensar que se trate del enésimo complejo de la de la sociedad occidental, del mundo opulento y, dentro de nuestra sociedad, principalmente de las clases medias y altas. De hecho, existen estudios, como recuerda Pavón, que avalan en parte estas creencias y apuntan a que la crisis de los 40 no existe países como Japón.

Sin embargo, una investigación realizada por un equipo de economistas de la Universidad de Warwick, en Reino Unido, y del Darmouth College, en Estados Unidos, afirma exactamente lo contrario. El estudio ha analizado los hábitos de más de dos millones de personas de alrededor de 44 años en unos 80 países. Los responsables del proyecto, Andrew Oswald y David Blanchflower, apuntan a que la llamada crisis de la mediana edad (midlife crisis) alcanza a todo el mundo. Y es que, en opinión de Oswald, "algunas personas sufren más que otras, pero en nuestros datos la media es amplia... Le pasa al hombre y a la mujer; a la gente soltera y a los casados, al rico y al pobre, a los que tienen hijos y a los que no tienen".

Además, estos investigadores definen gráficamente esta crisis con una curva en forma de U, ya que sostienen que la felicidad es cosa del principio y del final de la vida. En medio, apuntan, queda la zozobra. En medio hay miles de personas que por esa especie de angustia o inquietud decide cambiar de vida, muchas a veces a mejor, otras, y sin intención, a peor. Lo que quiere decir cambiar de casa, de ciudad, de trabajo o de pareja. Se miden consigo mismas y con su futuro. En palabras de todos, siguen creciendo.

Usted no está sano , está preenfermo

Un celo excesivo en la prevención lleva a tratar como pacientes a personas saludables - Al ampliar los márgenes de lo patológico, crece el número de enfermos y se dispara el gasto sanitario.

Fuente: www.elpais.es

La línea que divide la salud de la enfermedad puede ser caprichosa y arbitraria. ¿Dónde está el límite entre la tensión normal y la hipertensión? ¿Qué niveles de azúcar en sangre debe tener una persona para ser considerada diabética? ¿Cuándo existe osteoporosis? La salud empieza y acaba donde acuerdan grupos de expertos médicos, que deciden de este modo quién está enfermo y precisa, por tanto, asistencia y tratamiento. Cualquier pequeño desplazamiento de esta línea hacia la normalidad puede significar más salud gracias a la prevención pero también millones de pacientes más y millones de euros en cuidados médicos y medicamentos. ¿Hasta qué punto los cambios están determinados por criterios únicamente médicos o por profesionales con intereses en la industria? Aunque los laboratorios farmacéuticos no son quienes definen las enfermedades, su influencia ha sido denunciada en múltiples estudios, informes y foros médicos.

"Las farmacéuticas no escriben las definiciones de las enfermedades, pero muchos médicos que las escriben lo hacen con bolígrafos que llevan el logotipo de un laboratorio. Hay demasiados médicos y paneles de expertos demasiado próximos a estas compañías", dice el profesor de la Universidad de Newcastle (Australia) y periodista Ray Moynihan, uno de los principales investigadores de las estrategias de los laboratorios para ampliar el número de enfermedades y enfermos.

Una manera de ampliar los límites de la enfermedad ha sido idear el concepto de "preenfermedad". Cuando se etiqueta a alguien como prehipertenso o prediabético es expulsado automáticamente del reino de los sanos, pues tiene que someterse a controles y quizá recibir tratamientos. Este planteamiento refuerza la prevención, y por eso es defendido por muchos médicos, pero tiene como contrapartida que muchas personas sanas son consideradas enfermas y que aumenta el gasto sanitario.

El concepto de preenfermedad encaja en las dolencias cuyo diagnóstico se basa en traspasar un límite medido con una prueba médica. Éste es el caso de la diabetes, la hipertensión o la osteoporosis. La definición de estos procesos se revisa con regularidad, pero la línea divisoria queda cada vez más cerca de la normalidad. Y los que se quedan cerca son etiquetados como preenfermos.

"Los gigantes farmacéuticos ya no se conforman con vender medicamentos a los enfermos", dice Moynihan. "Como saben en Wall Street, hay mucho dinero que ganar con tan sólo decir a los sanos que están enfermos". Esta mercantilización de la enfermedad es una de las caras de un fenómeno más general denominado medicalización de la vida.

Las farmacéuticas, obviamente, no ven así las cosas. "La industria no se inventa enfermedades; lo que hace es poner en marcha soluciones para tratarlas", afirma Julián Zabala, director de Comunicación de Farmaindustria. "Además, no hay que llamar enfermos a todos los que toman medicamentos, porque los pueden tomar de forma preventiva".

Antesala de la hipertensión La tensión arterial elevada no es una enfermedad propiamente dicha, aunque se trata como tal, sino un factor de riesgo de sufrir dolencias como una hemorragia cerebral. Es fácil entender que a mayor presión hay mayor riesgo de rotura de una arteria y de daño orgánico. Pero, ¿dónde empieza la hipertensión? La línea se ha trazado en 140 milímetros de mercurio para la tensión arterial sistólica o alta y en 90 para la diastólica o baja.

Pero algunos creen que estar cerca de estas cifras es también un riesgo a tener en cuenta. Y así surgió hace seis años el concepto de prehipertensión. En 2003, un panel de expertos de los Institutos Nacionales de la Salud (NIH) de EE UU elaboró el informe JNC7 que definía como prehipertensos a las personas con cifras de tensión sistólica de 120-139 o diastólica de 80-89. Así, de la noche a la mañana había millones de enfermos o preenfermos susceptibles de ser tratados. Hasta 2003, se consideraba que las personas con cifras de 120-129 de alta y/o 80-84 de baja tenían una tensión normal, y las personas con 130-139 y/o 85-89 tenían una tensión normal alta.

En principio, los prehipertensos no precisan fármacos (salvo quienes tienen otros factores de riesgo). Sin embargo, "esta nueva visión de la hipertensión arterial ha tenido tanto predicamento que la revista New England Journal of Medicine [la más influyente en medicina] ha llegado a publicar un trabajo sobre el tratamiento de la prehipertensión arterial", dice Alberto López García-Franco, médico de familia del centro de salud Doctor Mendiguchia Carriche de Leganés (Madrid).

Como documenta Ray Moynihan en su libro Medicamentos que nos enferman e industria farmacéuticas que nos convierten en pacientes (Terapias Verdes, 2006), casi todos los miembros de este panel recibían pagos como ponentes o financiación para sus estudios de una larga lista de laboratorios, y uno de ellos declaró tener lazos financieros con 21 laboratorios. En la página web de los NIH donde se publica el informe JNC7, aparecen los conflictos de intereses de los expertos (http://www.nhlbi.nih.gov/guidelines/hypertension/disclose.htm).

"Los conflictos de intereses no implican necesariamente deshonestidad intelectual", manifiesta José Ramón Banegas, investigador de la hipertensión y profesor de Salud Pública de la Universidad Autónoma de Madrid. Él no cree que estos vínculos económicos hayan condicionado el contenido del informe. Pero otros echan de menos la divulgación de las cantidades percibidas por los expertos, aduciendo que no es lo mismo cobrar 1.500 euros por una ponencia ocasional que 100.000 euros al año.

A pesar de la universalización de las directrices americanas, el concepto de prehipertensión no ha sido del todo aceptado en Europa, según Banegas. De hecho, según este experto, es probable que en el próximo informe JNC8, previsto para 2010, se recupere la idea de tensión normal alta.

Millones de prediabéticos La diabetes es otro ejemplo de cómo una definición determina el número de enfermos y consumidores de fármacos. La línea que define a los diabéticos estaba trazada hasta 1997 en 140 miligramos de glucosa por decilitro de sangre en ayunas, pero ese año la Asociación Americana de Diabetes (ADA) decidió rebajarla a 126, con los nuevos datos epidemiológicos.

Por debajo de este límite quedaba una franja de personas con la glucemia (glucosa en sangre) basal (en ayunas) alterada, con más riesgo ser diabéticos. Hasta 2003, la franja de la glucemia basal alterada era de 110 a 126, pero ese año la ADA rebajó el límite inferior a 100. A partir de entonces se habla ya de prediabéticos, según López García-Franco.

Esta definición aumentó el número de prediabéticos, pero su base científica ha sido puesta en entredicho porque "se basa en datos de un estudio realizado con una población de indios Pima, que tienen mayor predisposición genética a la diabetes", explica Alberto López. Sin embargo, "la prediabetes, según el estudio europeo Decode, realizado con varios cientos de miles personas, no es en sí misma una enfermedad, pues no se relaciona con un aumento del riesgo cardiovascular, sino tan sólo con un incremento del riesgo de desarrollar diabetes".

"El uso del término prediabético es malo porque parece que fuera la antesala de la diabetes. Y no es así", dice Alberto López. La diabetes es, sin duda, un grave problema de salud. Afecta a 143 millones de personas en el mundo, acorta la vida en 10 años de media, y es la principal causa de ceguera, de amputaciones y de enfermedad renal. Todos los médicos coinciden en que hay que hacer todo lo posible por controlarla y prevenirla. En lo que ya no están de acuerdo es en si hay que prevenirla con fármacos o con cambios en el estilo de vida (ejercicio y dieta). La principal revisión de todos los estudios realizados sobre prevención de la diabetes, publicada en 2007 en el British Medical Journal (BMJ), concluyó que tanto el estilo de vida como los medicamentos ayudan a prevenir la enfermedad.

"Cambiar el estilo de vida es tan eficaz como los fármacos, es más económico y tiene otros muchos beneficios adicionales", destaca Pablo Alonso Coello, médico de familia vinculado al Centro Cochrane Iberoamericano, en el Hospital Sant Pau de Barcelona. Pero cuando las personas que toman fármacos dejan de tomarlos, empiezan a desarrollar diabetes al mismo ritmo que los que no los toman, añade. Alonso Coello destaca que "el tratamiento con fármacos conlleva el riesgo de medicalizar un problema abordable con cambios en el estilo de vida". Pero indica que la cuestión no está resuelta y que "hacen falta más estudios independientes".

El fantasma de la osteoporosis. La salud de la mujer de mediana edad es uno de los ámbitos más medicalizados. Para combatir los efectos de la menopausia, en la década de 1990 millones de mujeres se sometieron a la llamada terapia hormonal sustitutiva, un tratamiento que, como luego se demostró, muchas no necesitaban y ponía en riesgo su salud.

Ahora que las aguas de la terapia hormonal parecen haber vuelto a su cauce, el fantasma del miedo que atemoriza a estas mujeres se llama osteoporosis, una pérdida de masa ósea que aumenta el riesgo de fractura.

La línea que separa la osteoporosis de la normalidad se determina con una prueba que mide la densidad mineral ósea. La divisoria se ha fijado en -2,5 (desviaciones estándar de la normalidad), dejando una franja para la preosteoporosis (de -1 a -2,5). Sólo en España hay 2,5 millones de mujeres con osteoporosis. Pero hay muchas más con preosteoporosis (técnicamente se llama osteopenia): el 40% de las de 50 a 59 años, el 60% de las de 60 a 69, y el 80% de las de 70 a 79. El diagnóstico (con una densitometría ósea, que cuesta 30 euros) y el tratamiento de este problema de salud (400 euros por mujer y año) es uno de los principales gastos sanitarios. Y puede aumentar si se hace caso a las campañas que, sin rigor científico, sugieren ahora que tratar a las mujeres con preosteoporosis podría ser beneficioso para prevenir fracturas, como denunciaron Alonso, López y Moynihan en un artículo publicado en el BMJ el año pasado.

"Las farmacéuticas han patrocinado reuniones en las que se definía la osteoporosis, financiado estudios sobre los tratamientos y desarrollado importantes vínculos económicos con destacados investigadores", advertía Moynihan en 2002, en otro artículo del BMJ. El resultado es que muchos médicos creen que no hay que escatimar esfuerzos diagnósticos y terapéuticos para prevenir fracturas.

Alberto López recalca que el problema de las fracturas vertebrales y de cadera se concentra a partir de los 70 y 80 años, respectivamente. Y sostiene que no está justificado tratar a miles de mujeres durante 25 ó 30 años para evitar una fractura a los 80 años.

En 1974, Marc Lalonde, ministro de Salud y Bienestar de Canadá, presentó un informe que concluía que los estilos de vida eran más importantes que las intervenciones sanitarias para la salud de los canadienses, aunque la mayoría de los recursos se concentraban en la asistencia. El Informe Lalonde mostraba, entre otras cosas, que los estilos de vida pueden reducir la mortalidad prematura en un 50%, mientras que las tecnologías sanitarias representan un 11%, según explica Alberto López. Y añade: "Estos resultados siguen siendo vigentes".

Sin embargo, desde entonces la medicalización sigue ganando terreno. Alberto López pone como ejemplo la peligrosa tendencia a referirse a la persona sana como asintomática que observa en las reuniones médicas. Y reflexiona: "El mensaje es que esa persona no tiene síntomas simplemente porque no se le ha estudiado lo suficiente. La persona sana es una utopía, alguien a quien no se le han hecho suficientes pruebas médicas".

Más que patrocinadores
Las farmacéuticas patrocinan buena parte de la formación y de la investigación médica. ¿Lo hacen por amor al arte de curar? Igual que los fabricantes de neumáticos tienen interés en que se vendan más coches, las farmacéuticas tienen también un legítimo interés en que la línea que separa lo normal de lo patológico esté lo más próxima a la normalidad, como decía en 2002 en estas páginas Richard Smith, entonces director del BMJ y hoy director ejecutivo de UnitedHealth Europa.

"Como casi todo lo que ocurre en la asistencia médica, las ideas que tenemos sobre la enfermedad han sido moldeadas bajo la sombra de los gigantes farmacéuticos mundiales", sostiene Ray Moynihan. "La industria patrocina de forma continuada reuniones importantes de médicos donde se debate y actualiza la definición de las enfermedades".

¿Son conscientes los médicos del problema de la medicalización y la mercantilización de la enfermedad? "Creo que cada vez hay más médicos concienciados, pero hay una gran necesidad de una mayor conciencia por parte de las autoridades gubernamentales. Tratar a gente sana con fármacos no exentos de riesgos y caros, si realmente no los necesitan, es un gran problema de salud pública", responde Moynihan.

En opinión de Pablo Alonso, "cada vez hay una mayor masa crítica y hay más médicos escépticos". Sin embargo, añade Moynihan, "todavía hay demasiados médicos profundamente enredados con los laboratorios y en ciertas áreas se está yendo a peor. No está claro qué pasará en los próximos años".